jueves, 5 de diciembre de 2013

Sobre la soledad del anciano

No todo son alegrías en las últimas horas de nuestras vidas, se observa en la mayoría de los rostros de nuestros abuelos un comportamiento de aislamiento social como consecuencia lógica de una serie de alteraciones fisiológicas que lo incomunican y lo aíslan. Sabido es entre los trabajares de la geriatría que los dos órganos sensoriales más castigados por la edad son la ojo y el oído. Centrándonos en el primero no hay dos alteraciones  a la que ningún anciano escape: la presbicia o vista cansada y la hipermetropía (ojo aplastado en sentido arteroposterior). De ahí que sea imprescindible ver como cargan al caballete nasal  con  unas gafas biconvexas que deberán cambiar con frecuencia ya que el daño se acentúa con el tiempo.

Hecho notorio es que la audición decae irremediablemente  en los ancianos, de hecho no es difícil de encontrar casos de sordera absoluta donde lo conducen hacia una sala abandonada.

Si bien existen gracias al avance de la ciencia herramientas que palian el achaque de la edad, he de decir también que son caras de obtener, delicadas en su uso y frágiles de romper, por lo que si bien son compradas por la familia del abuelo que las necesita (cosa extraña) no suelen durar mucho ya que son golpeadas o partidas y sin olvidar las traiciones de la memoria senil que llevan a la perdida de la prótesis. 

Existen aún, más factores aliados de la soledad de dichas personas, a saber el abandono de la familia en ocasiones por obligaciones de su rutina de vida, a veces por desamor hacia su ser querido pero al fin de cuentas, abandono. No disponen además de camaradas de la infancia y compañeros de su vida ya que todos o casi todos han sido guadañados inexorablemente. Y por último, gran aliado de la soledad es la memoria senil, archivo del pasado y lucimiento del presente, único consuelo de la vejez para el que la conserve ya que la gran mayoría la pierde.


Mientras observo desde la esquina de un salón de mi geriátrico concluyo a través de lo que veo: alelados y compungidos rostros de pobres viejos que no les queda más recurso que adormilarse en un sillón del salón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario