jueves, 5 de diciembre de 2013

La verdadera naturaleza del ser

La naturaleza  y/o las circunstancias de mi vida me han convertido en un ser extraño, mutado y anormal para el resto de la sociedad. Déjenme explicarles porque.

Observando detalladamente el comportamiento de los animales incluido el hombre, reconozco pues es una de las ramas de la biología que más me fascina: la etología. Y en un experimento en el cual estoy incluido, encuentro y siento estar en una sociedad llena de odio, minada por individuos que quieren ser o se conforman con parecer ser mejor que el resto – véase el éxito de las redes sociales-, en ser más guapos, más listos, más fuertes, más atractivos, en definitiva resaltar entre los valores que la propia sociedad actual otorga a la persona que los posee: victoria, triunfo, fama, renombre o notoriedad.
Comparando al ser humano con el resto de organismo no descubro nada nuevo y he de decir que en mi opinión está cualidad del hombre no me parece del todo negativa. El ser humano si algo lo ha identificado eso ha sido el crecer, el descubrir, colonizar y llegar a nuevos sitios en sobrevivir y prevalecer con un ansia más allá aun que el resto de organismos. El ser humano, organismo social busca por tanto el éxito social para como cualquier ser vivo diseminar sus genes y como peculiaridad sus memes (que padre o madre no intenta inculcar lo que creo correcto a sus hijos) a una gran progenie. Hasta aquí todo se me hizo lógico y normal, nada me hizo temblar…

A  mi pesar, he descubierto como el ser humano juega sucio, en nuestro intento hacia el éxito se observa cómo no solo queremos ser el corredor más rápido de la manada asustada, no sólo ser el primero y más veloz sino que –y esto sí es un rasgo inherentemente humano- en nuestra carrera ponemos zancadillas, empujamos y pisoteamos a la gacela de nuestro lado y esto  se traduce en abusos si eres un mal empresario hacia tus trabajadores, en robar al vecino sin obligación de necesidad mayor o ( algo que ocurre en mi entorno) en despotricar  a otra persona a sus espaldas llegando a odiar de una forma inexplicable o no encontrando otra razón:  envidia, resentimiento y rencor.

Esto último sinceramente no lo entiendo, yo jamás he experimenta dicha sensación, jamás he engañado a nadie ni mucho menos llevado a cabo un doble juego, nunca he sentido envidia por querer ser la persona envidiada, simplemente admiración y gratificación por  haberla conocido y por consultar y compartir con ella ante mis momentos de incertidumbre.

Nunca he intentado hacer daño a nadie ni siquiera a aquellas personas que mi me lo hacen a mí. Con esto no quiero decir que no lo haya cometido, hechos fueron  inevitables por falta de atención, porque las circunstancias me han obligaron o porque en beneficio de mis intereses apareció un enfrentamiento o conflicto con los intereses de la persona afectada.  El que esté libre de este pecado que tire la primera piedra .Pero eso sí, nunca fue malintencionado nunca reitero, hubo un dolo.

Sinceramente no escribo estas palabras con orgullo en ocasiones quisiera ser ignorante, como una gota en el mar, ser una más, un cualquiera más de esta detestable sociedad, creo que si observara la vida, la obra de teatro como un infantil espectador entretenido en la escena sería más feliz y no saber cómo sé que casi (ínfimo) todo es mentira, ser un prisionero más y seguir viendo sombras, no sufrir cegado por la verdadera luz. Creo que así, ignorando la verdadera realidad, lo que alguna gente realmente esconde sería más feliz.
En realidad soy dichoso y afortunado sobretodo en estos últimos meses pero hay verdades que aun queriendo quererlas saber, golpean las murallas de mi integridad como si de un potente ariete se tratase.

Por último, reflexiono también sobre aquellas madres que inculcan a sus hijos e hijas los dones que a su parecer harén de sus niños seres afortunados y exitosos, haciendo de ellos personas con grandes éxitos en los estudios, en su vida profesional y laboral pero que, creyendo que en la vida esto es todo, hacen de esas dulces criaturas, seres en potencia miserables, egoístas y rencorosos, dotan de unas cualidades perfectas para lograr una fama ilusoria, madres que lloran de satisfacción cuando sus hijitos logran carreras con sobresalientes resultados y con matriculas de honor en desollar y trepar por la espalda a los demás. Piensan y creen estas pobres madres que así lograran que sus progenies sean felices y gratas cuando lo que moldan son personas que no conocen la ética que no saben descubrir el placer y la felicidad más pura ante la recompensa reflejada en el rostro del prójimo como resultado de la buena acción realizada por uno mismo.


La ética es el arte de vivir bien y feliz” Henry More


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