La
naturaleza y/o las circunstancias de mi vida me han convertido
en un ser extraño, mutado y anormal para el resto de la sociedad.
Déjenme explicarles porque.
Observando
detalladamente el comportamiento de los animales incluido el hombre,
reconozco pues es una de las ramas de la biología que más me
fascina: la etología. Y en un experimento en el cual estoy incluido,
encuentro y siento estar en una sociedad llena de odio, minada por
individuos que quieren ser o se conforman con parecer ser mejor que
el resto – véase el éxito de las redes sociales-, en ser más
guapos, más listos, más fuertes, más atractivos, en definitiva
resaltar entre los valores que la propia sociedad actual otorga a la
persona que los posee: victoria, triunfo, fama, renombre o
notoriedad.
Comparando
al ser humano con el resto de organismo no descubro nada nuevo y he
de decir que en mi opinión está cualidad del hombre no me parece
del todo negativa. El ser humano si algo lo ha identificado eso ha
sido el crecer, el descubrir, colonizar y llegar a nuevos sitios en
sobrevivir y prevalecer con un ansia más allá aun que el resto de
organismos. El ser humano, organismo social busca por tanto el éxito
social para como cualquier ser vivo diseminar sus genes y como
peculiaridad sus memes (que padre o madre no intenta inculcar lo que
creo correcto a sus hijos) a una gran progenie. Hasta aquí todo se
me hizo lógico y normal, nada me hizo temblar…
A
mi pesar, he descubierto como el ser humano juega sucio, en nuestro
intento hacia el éxito se observa cómo no solo queremos ser el
corredor más rápido de la manada asustada, no sólo ser el primero
y más veloz sino que –y esto sí es un rasgo inherentemente
humano- en nuestra carrera ponemos zancadillas, empujamos y
pisoteamos a la gacela de nuestro lado y esto se traduce en
abusos si eres un mal empresario hacia tus trabajadores, en robar al
vecino sin obligación de necesidad mayor o ( algo que ocurre en mi
entorno) en despotricar a otra persona a sus espaldas llegando
a odiar de una forma inexplicable o no encontrando otra razón:
envidia, resentimiento y rencor.
Esto
último sinceramente no lo entiendo, yo jamás he experimenta dicha
sensación, jamás he engañado a nadie ni mucho menos llevado a cabo
un doble juego, nunca he sentido envidia por querer ser la persona
envidiada, simplemente admiración y gratificación por haberla
conocido y por consultar y compartir con ella ante mis momentos de
incertidumbre.
Nunca
he intentado hacer daño a nadie ni siquiera a aquellas personas que
mi me lo hacen a mí. Con esto no quiero decir que no lo haya
cometido, hechos fueron inevitables por falta de atención,
porque las circunstancias me han obligaron o porque en beneficio de
mis intereses apareció un enfrentamiento o conflicto con los
intereses de la persona afectada. El que esté libre de este
pecado que tire la primera piedra .Pero eso sí, nunca fue
malintencionado nunca reitero, hubo un dolo.
Sinceramente
no escribo estas palabras con orgullo en ocasiones quisiera ser
ignorante, como una gota en el mar, ser una más, un cualquiera más
de esta detestable sociedad, creo que si observara la vida, la obra
de teatro como un infantil espectador entretenido en la escena sería
más feliz y no saber cómo sé que casi (ínfimo) todo es mentira,
ser un prisionero más y seguir viendo sombras, no sufrir cegado por
la verdadera luz. Creo que así, ignorando la verdadera realidad, lo
que alguna gente realmente esconde sería más feliz.
En
realidad soy dichoso y afortunado sobretodo en estos últimos meses
pero hay verdades que aun queriendo quererlas saber, golpean las
murallas de mi integridad como si de un potente ariete se tratase.
Por
último, reflexiono también sobre aquellas madres que inculcan a sus
hijos e hijas los dones que a su parecer harén de sus niños seres
afortunados y exitosos, haciendo de ellos personas con grandes éxitos
en los estudios, en su vida profesional y laboral pero que, creyendo
que en la vida esto es todo, hacen de esas dulces criaturas, seres en
potencia miserables, egoístas y rencorosos, dotan de unas cualidades
perfectas para lograr una fama ilusoria, madres que lloran de
satisfacción cuando sus hijitos logran carreras con sobresalientes
resultados y con matriculas de honor en desollar y trepar por la
espalda a los demás. Piensan y creen estas pobres madres que así
lograran que sus progenies sean felices y gratas cuando lo que moldan
son personas que no conocen la ética que no saben descubrir el
placer y la felicidad más pura ante la recompensa reflejada en el
rostro del prójimo como resultado de la buena acción realizada por
uno mismo.
“La
ética es el arte de vivir bien y feliz” Henry More
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